Masterización

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Hoy en día la masterización podría definirse como el último paso de una producción de audio. Básicamente, tiene dos propósitos. Por un lado, la coherencia de diferentes temas incluidos en un mismo álbum, así como la reordenación frecuencial, si es precisa, para que el tema o los temas, suene/n lo mejor posible en cualquier plataforma o sistema de reproducción.

Por otro lado, se ocupa de que el volumen final del tema o el conjunto de temas sea competitivo en el mercado.

A pesar de esa común creencia general que podríamos enunciar casi como un eslogan -“si existe algún problema, ya se solucionará en el mastering”-, nada más lejos de la realidad. Aunque pueda parecerlo, el mastering no hace milagros.

Cada paso en la producción musical es vital para que el resultado final sea perfecto. El mastering tiene precisión quirúrgica, pero no es la panacea que puede curar cualquier mal. Más bien es el toque maestro que viene a culminar una cadena de procesos cuando han sido realizados adecuadamente, liberando el último resplandor oculto y haciendo que un buen producto alcance la excelencia. Cuando no es así, detecta impurezas e imperfecciones que disminuyen la calidad del audio. En el mejor de los casos, las elimina en el mismo proceso. Si no es posible, crea un mapa de correcciones que remite a etapas anteriores donde poder solucionar los problemas encontrados.

En Global Music nuestros ingenieros de mastering reciben, normalmente, temas ya mezclados en un sólo archivo estéreo, o bien, lo que llamamos stems (pistas estéreo agrupadas según su naturaleza). En este último caso, el ingeniero de mastering tiene mayor control si es necesario reequilibrar la mezcla frecuencialmente para un mejor resultado en el mastering, sin perder la esencia del tema o temas.

Los ingenieros de mastering realizan una escucha profunda y analítica de los temas recibidos, en unas condiciones óptimas para ello, ya que están libres de la inevitable normalización y difuminación acústica que se produce durante los procesos de macro y micromezcla. En estas condiciones ideales de audición, analizan y detectan posibles problemas susceptibles de ser corregidos en la mezcla, e inclusive en pasos anteriores de la producción musical.

Si todo es correcto y funcional, no precisando de modificaciones o correcciones previas, siempre en connivencia con la naturaleza de los temas, con el estilo músical y, sobre todo, con los objetivos sonoros y lo que el cliente busca, se realizan diferentes procesos de regulación y optimización. En esencia, y no necesariamente en este orden, se aplica ecualización aditiva y/o sustractiva, compresión (normalmente multibanda, paralela…), expansión del campo estéreo y, finalmente, limitación.

No podemos olvidar que, dependiendo del destino del tema o temas a masterizar, nos podemos encontrar con diferentes formatos definitivos. No será el mismo archivo si el objetivo final es producir un Vinilo, un CD o si la publicación de destino es una plataforma digital. Sobre todo para estas últimas, es preciso una especial atención, ya que cada plataforma utiliza formatos de audio diferente (.wav, .aiff, .flac, .caf, .m4a, .ogg, .opus o .mp3), siendo muchos de ellos archivos comprimidos, además de requerir parámetros métricos específicos sobre LUFS, dB y otros aspectos de medición de audio.

En Global Music te proporcionaremos hasta 3 archivos de máster. Uno para Vinilo, otro para CD y otro para Plataformas Digitales. Cada uno de ellos sonará de manera diferente tanto en volumen real como en volumen percibido, sobre todo en el caso del formato Vinilo.

Requisitos óptimos finales para Vinilo:

  • Archivo .wav a 24 bits de profundidad y 48 kHz de sampling rate
  • Entre -12 y -14 LUFS de promedio (aunque dependerá del estilo musical, difiriendo según estilo (música clásica, jazz, metal…). True pick de -1 dB.
  • Espectro de frecuencias de 30 Hz a 18 kHz.
  • Evitar el exceso de agudos en las voces, con especial atención a las sibilancias.
  • Las frecuencias hasta 300 Hz deben ser mono.
  • Obtendremos un rango dinámico de unos 70 dB.

Requisitos óptimos finales para CD:

  • Archivo .wav a 24 bits de profundidad y 44.1 o 48 kHz de sampling rate
  • Entre -6 y -8 LUFS de promedio (aunque dependerá del estilo de música, no siendo igual para la música clásica, el jazz, el metal o la música pegona de las salas de baile). True pick de -1 dB.
  • Espectro de frecuencias de 5 Hz a 22 kHz. Obtendremos un rango dinámico de unos 96 dB.

Requisitos óptimos finales para Plataformas Digitales:

Archivo .wav a 24 bits de profundidad y 44.1 o 48 kHz de sampling rate. Entre -12 y -14 LUFS de promedio. Al utilizar cada plataforma diferentes tipos de archivos de audio, pasando a convertir el archivo de audio enviado (procesos de limitación, compresión, volúmenes), para adaptarlos así a sus requerimientos, es mejor enviar un archivo lo más cercano posible a los parámetros establecidos. A día de hoy, recomendamos -14 LUFS de promedio, para que sus procesos alteren lo mínimo posible el trabajo realizado. Además, -1 dB de true pick y espectro de frecuencias de 5 Hz a 22 kHz. Podemos obtener un rango dinámico que va de unos 96 dB hasta los 144 dB.

Cuidemos de forma saludable nuestros oídos:

Indistintamente de los volúmenes que puedan alcanzar nuestros másteres, el nivel de ruido para garantizar la salud auditiva es de unos 65 dB. Si la exposición es superior a 85 dB y se repite en el tiempo, hay riesgo de pérdida auditiva, y por encima de 100 dB hay riesgo de pérdida auditiva casi inmediata.

Podemos tomar como referencia los tiempos máximos de escucha recomendados por la OMS, en relación con el volumen:

  1. 85 dB: nivel de ruido en el interior de un coche. Ocho horas.
  2. 90 dB: cortadora de césped. Dos horas y 30 minutos.
  3. 95 dB: ruido de una moto promedio. 47 minutos.
  4. 100 dB: bocina de un coche o un tren subterráneo.15 minutos.
  5. 105 dB: reproductor de mp3 a todo volumen. Cuatro minutos.

Para los auriculares, sobre un 60% del volumen máximo sería lo adecuado.

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